El compostaje es una forma de tratar los desechos sólidos para que los microorganismos descompongan el material orgánico, ayudando a lo largo del proceso natural de descomposición hasta que pueda manipularse, almacenarse y aplicarse al medio ambiente de manera segura.
El proceso de compostaje requiere desechos orgánicos, como hojas, pasto, restos de frutas y vegetales, tierra (que contiene microorganismos), agua y oxígeno. Los microorganismos comen los desechos orgánicos, descomponiéndolos en sus componentes más simples. El humus (compost acabado) que producen es rico en fibra y nutrientes inorgánicos, como fósforo, potasio y nitrógeno, y constituye un fertilizante natural beneficioso para el medio ambiente.
Para producir este humus, los microorganismos necesitan agua, como todos los seres vivos y oxígeno para la respiración aeróbica. Los microorganismos acceden a este oxígeno cuando volteas el compost cada uno o dos días. En el proceso de respiración, emiten calor (temperaturas de hasta 150 grados Fahrenheit o 66 grados Celsius) y dióxido de carbono. Si regularmente riega y voltea el compost en su contenedor o pila de compost, el compost puede descomponerse por completo en solo dos o tres semanas. De lo contrario, puede tardar meses en descomponerse.
Además de voltear y regar regularmente (para que la mezcla esté húmeda pero no demasiado), su compost necesita suficiente tierra (para que tenga suficientes microorganismos) y la proporción correcta de carbono a nitrógeno (alrededor de 30: 1). Cuanto más pequeñas sean las piezas en su contenedor de compost, más rápido se descompondrán.
La red alimenticia, u organización de organismos, dentro de su pila de compost ayuda a aumentar la eficiencia del proceso de descomposición. La red alimentaria incluye hongos y bacterias que descomponen la materia orgánica en la basura; protozoos, nematodos (pequeños gusanos) y ácaros que se alimentan de hongos y bacterias; e invertebrados, como escarabajos, cochinillas y milpiés que se alimentan de protozoos, nematodos y ácaros.
